Te he envuelto mis pedacitos de realidad en papel de caramelo, de ese de colores brillantes, para que los desenvuelvas con cuidado y los saborees a tu gusto... disfrútalos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Noviembre. Noviembre siempre le ha sonado como a negación y a magia, como a lo esencial que se esconde bajo capas y capas de nieve blanca que es una perfección en sí misma, que se consuma uniformada y se vuelve una sola. Una sola nieve son muchas nieves, muchos copos diminutos que la vista no puede ver excepto cuando mira hacia arriba y brillan en la tarde prematuramente oscura.
Noviembre siempre le ha sonado como una buena excusa para internarse en el bosque, para dejarse ser, para abrigarse hasta que ya no pueda mover los brazos ni un centímetro más entre tanta ropa que aprieta, y luego salir a la calle vestido para la estación. Noviembre es básicamente una sonrisa fugaz, es un silencio terrible, un silencio en las manos, en el alma. En noviembre ni siquiera resuenan los pasos, se callan las palabras que cuentan las historias que las voces no pronuncian. Noviembre es languidez y leña ardiendo en la chimenea. Las castañas que asa el abuelo y chaquetas viejas de los tíos hasta las rodillas. La voz de la abuela dando instrucciones desde la cocina y la cámara de vídeo de mamá registrando cada rincón lleno de nostalgia y voces de niños.

2 comentarios:

Sheena Rogers dijo...

Noviembre es amor, absolutely. Pero aún queda :(

Anónimo dijo...

siempre me ha encantado la palabra languidez, no sé porqué. siempre me ha encantado noviembre.